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“El periodismo no se muere ni está en crisis, porque vive en los grandes reporteros”

May
21
2012
Redacción

Vía noticiasdeguipuzkoa.com
Xabier Iglesias entrevista en el libro ‘Seguimos informando’ a ocho periodistas inquietos, ‘freelance’, reconocidos por su trabajo. En él dialogan sobre el oficio de narrar y constatan que, a pesar de los problemas de los medios de comunicación, el periodismo no desfallece.

El donostiarra Xabier Iglesias (1981) descubrió en las calles aledañas de los medios de comunicación que hay un puñado de periodistas que se mueven libres, sin rendir cuentas: son freelance. Están escribiendo el relato de lo que palpita en los ciudadanos y no atienden a los gritos de pánico de los editores. En el libro Seguimos informando, Iglesias entrevista a ocho de estos cronistas (Zigor Aldama, Martin Aldalur, Mikel Ayestarán, Ander Izagirre, Daniel Burgui, Antonio Pampliega, Alberto Arce y Xavier Aldekoa), “una generación estrella”, según su autor. Y para certificar esta categoría, también incluye dos relatos de muestra por cada periodista. En este primer tomo, de una futura trilogía, reivindica la forma de hacer reporterismo de los freelance. En las dos siguientes entregas Iglesias se centrará en los fotoperiodistas y en las mujeres cronistas, respectivamente.

En su libro entrevista a ocho periodistas reconocidos por sus reportajes, pero que muchas veces no encuentran quien publique sus historias. ¿Por qué hay esta contrariedad?

Los medios de comunicación se han convertido en negocios que no tienen ni idea de periodismo y han decidido dejar de ejercer como cuarto poder, le dan la espalda a las historias comprometidas. En cambio, con el libro quiero reivindicar los buenos reportajes que sí sirven a la sociedad, para justificar que la profesión no se muere, que no está crisis, porque vive en los grandes periodistas. Y, de esta forma, quiero volver a ilusionar a los lectores para que vuelvan a creer en una profesión atacada. Porque es normal, viendo la situación actual de los medios, perder la fe en la profesión.

En los reportajes que incluye, ¿hay alguna unidad temática?

Están más conectados por la forma en que trabajan los periodistas: son relatos que personalizan al protagonista. Y me he permitido etiquetarlos como comprometidos por el respeto que les demuestran. Es “periodismo con botas”, como explica Ander Izagirre, que busca las historias de primera mano, está en la calle y conoce a la gente. Además, los textos de muestra también sirven para demostrar que no hace falta ir lejos para encontrar buenos reportajes. La pieza de Alberto Arce, por ejemplo, es una crónica de la huelga general del año pasado en Barcelona. Como explica Daniel Burgui, el periodista tiene que “patear la calle, debajo de su casa, para buscar las historias”, porque aquí también hay gente que lo está pasando mal y que tiene una historia detrás que puede servir para despertar esa visión crítica de la sociedad.

¿No es redundante? El periodismo debe ser comprometido.

Sí, debería ser así, y es triste tener que poner una etiqueta a los reportajes. Pero muchas veces coges cualquier medio y te das cuenta de que no hay compromiso con los protagonistas de las historias ni con el lector. Quizá ese trabajo frívolo no debería ser llamado periodismo.

Estos periodistas, ¿están unidos como grupo, con reivindicaciones comunes?

Sí, ellos mismos han hecho piña bajo esa etiqueta de freelance, porque se ven desprotegidos por las empresas y sufren los mismos abusos. Enumeran, por ejemplo, la falta de respeto por su trabajo, como cuando les roban textos o fotografías, o la inseguridad laboral. Antonio Pampliega explica cómo una empresa le quiere publicar su reportaje sobre las guerras afganas, pero gratis, para darle visibilidad.

¿En ‘Seguimos informando’ hay nostalgia por cómo trabajaban antes los cronistas?

Claro, porque me inspiré en el libro de Aurelio Martín Seguiremos informando que habla de grandes periodistas como Meneses o Miguel Gil, pero que o se han retirado o han muerto. Así, mientras lo leía, me di cuenta de que ahora tenemos una generación al mismo nivel que la de los maestros, que escribe historias con mucha calidad. Por lo que con el libro quiero certificar que, a pesar de la mala situación del periodismo actual, hay un grupo de reporteros de la que nos podemos sentir orgullosos.

Aun así, mientras Izagirre o Antonio Pampliega peinan los mapas buscando reportajes, los medios organizan simposios para reinventar el periodismo.

Los gerentes de las empresas están pensando cómo rescatar el modelo de negocio, porque el periodismo no hay que reformularlo. Ya está definido, se hace en la calle, hablando y escuchando.

A los protagonistas del libro, muchas veces los medios no les publican sus historias, ¿Internet puede ser la salida?

Los freelance se tienen que buscar la vida y publican los reportajes que nadie compra en su propio blog o en un libro electrónico. Sienten que no pueden abandonar a los protagonistas de sus historias, porque tienen un pacto con ellos. Como argumenta Izagirre, su forma de trabajar “da para comer, pero para cenar ya es otra cosa”, así que siguen luchando y buscan alternativas. Estas otras opciones son el intento de cenar y desayunar, pero sin olvidar que la Red es una representación pequeña de la sociedad.

Por ejemplo, Arce publicó en el libro ‘Misrata Calling’ la crónica de la rebelión Libia que ningún periódico le compró, pero un año después del asedio, entonces ¿el lector se está quedando desinformado?

Los lectores corremos el riesgo de que cada reportero tenga que conformarse con su propia ventana en su blog. Por lo tanto, el relato estaría tan diversificado que sería imposible entender el contexto de la realidad. Es el momento de arrebatarle el periodismo a los medios y que lo gestionen los propios periodistas: crear cabeceras autogestionadas. Porque con el trauma que ha producido Internet en las empresas todavía están pensando qué salvan, y no es lógico conservar, desde el enfoque tradicional, la idea de tener a doscientas personas sentadas en una redacción leyendo teletipos. El periodismo se hace en la calle.

A pesar de tener una generación estrella de periodistas, cada vez es más difícil entender las noticias. Se ha visto ahora en Grecia con el partido neonazi Aurora Dorada, que parece que ha surgido de la nada.

El problema es que los periódicos narran desde la otra punta del mundo y con el modelo empresarial del Huffington Post, que es dar mucha información superficial sin calidad. Entonces faltan los datos y el contexto, y sin ese relato ocurre que en Grecia un partido neonazi consigue 21 escaños y nadie lo ha visto venir. Y eso que las empresas lo tienen fácil para conseguir la información, porque han precarizado tanto la situación laboral que no tendrían que pagar la nómina de un redactor fijo, porque los freelance se siguen moviendo por el mundo, solo tienen que contactar con ellos.

¿Los medios de comunicación han dejado de ser útiles para los ciudadanos?

El periodismo es una herramienta que hemos dejado de usar como debería, exigiendo su responsabilidad hacia la sociedad. Por eso, creo que el periodismo sigue vivo en los grandes periodistas y ahora hace falta que se lo arrebaten a los grandes medios, a esos malos gestores.

Si a estos ‘freelance’ les ofrecieran un puesto fijo, ¿lo aceptarían?

No lo sé, porque a todos los veo muy yonquis de la adrenalina de viajar, de la aventura y de la libertad, no los sitúo en una redacción. Lo pasan mal pero continúan luchando por este tipo de periodismo. Ellos son conscientes de que renuncian a muchas cosas: Burgui me decía que sabe que no se va a poder comprar un coche o una casa, pero no le importa porque todo el dinero que consigue lo destina para seguir viajando y buscando historias. De todas formas, si aceptasen un empleo fijo, creo que exigirían unas condiciones de trabajo que fuese un equilibrio entre lo que les exige el medio y lo que a ellos les gusta hacer. El ejemplo es Arce, que está ahora en Honduras escribiendo para Associated Press. Él comentaba que lo primero que tuvo que cubrir lo hizo a kilómetros de distancia y que no estaba orgulloso de esa forma de trabajar. En cambio, luego se interna en una cárcel y recoge tanto material de denuncia como para sacar un libro.

A pesar de lo anteriormente hablado, ¿los periodistas somos demasiado victimistas?

Creo que hay que quitarle el dramatismo a la situación del periodismo, y aportar más propuestas que quejas. Si aquí no se valora el trabajo de los profesionales quizá haya que salir fuera y ya está, sin ningún tipo de reparo.

Por el ejemplo que transmiten los ‘freelance’ de su libro, parece que lo único bueno que puede dejar la crisis es un periodismo más social, más preocupado por la calle.

Yo no tengo ningún miedo a que caigan las estructuras existentes. Es cuestión de perspectiva: ¿hacia dónde nos lleva la crisis? Lo veremos. Pero los momentos de cambio dejan a mucha gente en shock, y hay que buscarse la vida y tener ilusión por hacer cosas, como los protagonistas del libro.

En su libro destaca que, de los ocho periodistas ‘freelance’, cinco son euskaldunes. ¿Es casual, o tiene que ver con una forma distinta de entender el oficio?

Es casualidad, no era la idea. Después de hacer las entrevistas me doy cuenta de que casi todos se conocen entre ellos, se dan consejos sobre cómo trabajar los temas. En el caso de los freelance vascos, me imagino que alguien habrá marcado el camino primero y luego los demás le siguen porque entienden el periodismo de la misma forma, como una labor social, comprometida. Este es el caso de Burgui e Izagirre, que son amigos y tienen muchas similitudes en su forma de narrar y acercarse a los protagonistas.

El libro pretende ser el primer tomo de una trilogía periodística, ¿qué incluirá en los otros dos ejemplares?

La segunda publicación tratará sobre los fotoperiodistas españoles, como Samuel Aranda, ganador del World Press Photo, o Diego Ibarra. El hilo conductor serán conversaciones en torno a una fotografía suya, y de ahí que vayan explicando cómo entienden el oficio. El último libro quiero centrarlo en las mujeres reporteras, como Mónica G. Prieto, corresponsal para diversos medios en Oriente Próximo, Mayte Carrasco o June Fernández. A ellas me gustaría pedirles reportajes más centrados en los derechos de la mujer.



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