- EmiRec, redes sociales y cambio antropológico
Este texto está estimulado por una relectura actual de McLuhan, que no es otra cosa que el análisis del mundo de la comunicación enfocado en las redes sociales. Intelectualmente nos mueve el hecho de que se cita a este autor sin leerlo, ya que su pensamiento se revela más cerca al mundo actual que al suyo propio. Sin embargo, la academia, en muchos casos, lo da por superficialmente superado. En consecuencia hemos apostado por ir a las fuentes primarias para realizar nuestra investigación, leyendo e interpretando directamente los textos de McLuhan. Para las citas vamos a utilizar las traducciones que tenemos en castellano, pero el estudio se ha realizado con la lectura de la obra original.
Cuando en 1998 se hizo el remake de, la excepcional película de Ernst Lubitsch, El bazar de las sorpresas (1940), el título que se eligió para esta actualización de las relaciones epistolares del entorno anterior fue Tienes un e-mail (You’ve Got Mail, Nora Ephron, 1998). En esta última película se incorporaba la inmediatez, de tal forma que se veía como las relaciones amorosas incorporaban una nueva tecnología. Sin ánimo de hacer un spoiler, lo que plantea la película, en una clara referencia a la novela de Jean Austen Orgullo y prejuicio (1813), es que personas que en la red estaban incluso enamoradas, en la vida real debían superar sus prejuicios para no odiarse. Esto da lugar a modos de hacer afectivos diferentes dentro y fuera de las redes sociales.
El cine en cuanto expresión artística, como explicaba McLuhan, de alguna manera se convierte en un antientorno que nos muestra “el traje viejo del emperador” (McLuhan, 1966A, pp. 357-365). De hecho, muy acertadamente, en Fraudebook (2016) Serrano Marín plantea que The social Network (La red social, David Fincher, 2010), el biopic de Mark Zuckerberg describe que Facebook sería la historia de un despecho amoroso de su creador, el cual “le permitirá ejecutar el plan y tal vez satisfacer su yo herido. La venganza se llamará Facebook” (Serrano Marín, 2016, p. 10).
Esto representa claramente la idea de entorno y cómo la tecnología afecta a las afectividades. Por eso, sigue pareciendo inaudito que se trate cualquier tema de la tecnología y sus cambios en el ser humano sin citar a McLuhan o, en el peor de los casos, tomando sus categorías y análisis sin citarlo. Por ejemplo, ahora los conceptos aldea global, entorno o red de medios globales se usan de forma habitual. Categorías que sirven para entender cómo nuestra vida está mediatizada por la tecnología. Ya nos lo adelantaron el propio McLuhan y Fiore a finales de los años 60 en su libro The medium es the massage (2001), el entorno tecnológico que se está imponiendo “Nos está for- zando a considerar y revaluar prácticamente cada pensamiento, cada acción y cada institución que hasta hoy se daban por establecidas. Todo está en cambio: usted, su familia, su barrio, su educación, su puesto, su gobierno, su relación con “los otros”. Y está cambiando dramáticamente” (McLuhan y Fiore, 2015, p. 8). Pero no debemos olvidar que nuestro desamparo está en que nuestros modos de hacer requieren estrategias para la actualidad, que en muchos casos no tenemos, ya que nos hemos educado en un entorno anterior. Las tecnologías de la información y la comunicación, las cuales ya están instaladas en todos los bolsillos de los seres humanos, son un nuevo órgano que ha implicado un cambio antropológico. Definimos el móvil como un órgano porque es una tecnología, pero ya no podemos vivir sin ella. En nuestras clases de universidad, reiteradamente hemos realizado esta siniestra pregunta: ¿Qué elegirías entre tener móvil o conservar dos riñones? Podrá sorprender, pero cada vez más la respuesta se ha hecho favorable a perder el órgano que pertenece al sistema urinario. Esto que puede parecer una anécdota vacía de valor científico, nos coloca en cómo las tecnologías crean nuestras propuestas vitales. Estos planteamientos acercan McLuhan a Deleuze, cuando este último en una entrevista en televisión planteaba que no se ama a una persona sino el paisaje que representa, como explica Maite Larrauri, la afectividad es una construcción, “producimos, fabricamos un conjunto, cuando deseamos. Deleuze lo resume así:” (…) “con mundos es con lo que siempre hacemos el amor” (Larrauri, 2001, p. 4). Cuando aparecen conceptos como biopolítica o tecnologías del yo, desarrollados por Foucault, podríamos decir que, en relación a las tecnologías y el desarrollo del ser humano, tiene su desarrollo originario en el trabajo de McLuhan. Esto se ve claramente cuando explica que la tecnología como “la prolongación de un sentido cualquiera modifica la forma en que pensamos y actuamos… La forma en que percibimos el mundo” (McLuhan y Fiore, 2015, p. 41).
En la actualidad, lo que se vive es una convivencia de múltiples generaciones, desde los boomers que nacieron sin televisión a los centennials, pasando por los educados por los rayos catódicos de la generación X y los milennials. Así surge un cambio de paradigma comunicacional continuo que impulsa una transformación de las relaciones sociales. Un ejemplo claro es como la televisión, respecto del cine, empieza el camino reduciendo el grupo hasta la familia y las últimas tecnologías te permiten una relación con lo audiovisual que se experimenta en la soledad de una pantalla y unos auriculares. Pero quizá un ejemplo claro de cambio afectivo sea como las redes sociales han afectado a nuevas prácticas afectivas en relación al amor, con las plataformas de citas en línea como Tinder, o la amistad, a través de redes sociales como Facebook (ya en inicio de desuso), Twiter, Twitch o Instagram.
Este cambio antropológico en una aldea global de comportamientos comunicacionales conecta a McLuhan con la categoría que Bourdieu denomina un habitus, en palabras del sociólogo francés, “ese principio generador y unificador que retraduce las características intrínsecas y relacionales de una posición en un estilo de vida unitario, es decir un conjunto unitario de elección de personas, de bienes y de prácticas” (Borddieu y Passeron, 1997, p. 19). En consecuencia podríamos pensar que lo que se denomina “amor“ en el mundo virtual no lo es exactamente, pero lo que sí tiene este despliegue afectivo en internet es la emergencia de un nuevo habitus. Aquí se revela la ontología del ser social de Lukács (2007), donde el contexto tecnológico que vivimos, y los posibles nuevos cambios en los paradigmas vivenciales conforman los modos de relación.