Bajo título que nos brinda la editorial Homo Legens, La guerra de Don Manuel, su autor Manuel Guerra Gómez, ofrece su experiencia vital rodeada de controversias históricas de relevancia actual dentro de nuestra sociedad; en lo que se ha venido a llamar “Globalización”.
A lo largo de su vida y de su carrera académica y personal, como sacerdote, el profesor Manuel Guerra, nos ha ofrecido su preocupación y su ocupación sobre la masonería y las sectas –además de su enseñanza sobre Patrología en la Facultad de Teología del Norte de España–, con obras como Las sectas y su invasión del mundo hispánico. Una guía (2003), Las sectas (2011), Masonería, religión y política (2012), Diccionario enciclopédico de las sectas (2013), El árbol masónico (2017), entre otros.
Dentro de la obra encontramos una experiencia de vida, sus primeros recuerdos, su despertar por la belleza artística, su vocación sacerdotal entre lo humano y lo divino, su explícita devoción a la Virgen, su amor por lo escondido y sus aficiones, que se condimentan con temas controvertidos para la política social que están afectando de forma grave a nuestras sociedades en todo el mundo. Estas cuestiones se han reflejado y tienen su influencia en círculos jurídicos, sociales, políticos, educativos, económicos y en los foros nacionales e internacionales.
Las sectas, la masonería, la secularización y el laicismo, han creado una serie de discrepancias desde la revolución francesa hasta nuestros días, que comienzan a fraguarse a partir de la reforma protestante. Temas de estudio de nuestro autor, al que ha dedicado gran parte de su vida, convirtiéndose en uno de los mayores expertos en estos delicados asuntos sociales.
Todos estos temas que se tratan en el texto tiene relación directa con la pérdida de la libertad religiosa y su ejercicio, incluso en los países que gozan de la firma de la Declaración Universal de Derechos Humanos, más en aquellos países que no gozan de la misma. Situaciones que crean conflictos entre aquellos que creen y aquellos que quieren eliminar de las sociedad y del Estado todo atisbo de carácter religioso.
Teniendo en cuenta esta situación, expone aquellos conceptos y sus raíces que nos dan una visión general y llana de las cuestiones que se plantean. Las sectas, la masonería, el laicismo, están tomando forma en nuestras sociedades, no como algo estático, sino como algo dinámico, a través del Nuevo Orden Mundial: «Los organismos internacionales controlan la suprema potestad política, judicial, militar, legislativa, también la ético social y la religiosa. Se impone una nueva religión, que es relativista, sincrética, laicista, dialógica y gnóstica, o sea, masónica» (p. 133). Situación que tendrá sus consecuencias a medio plazo contra la Iglesia católica:
«El Nuevo Orden Mundial marginará especialmente a la Iglesia Católica […] no sin antes, en la medida de lo posible, haberse infiltrado en sus instituciones a fin de doblegarla y corromperla desde dentro […] Es la postverdad, el subjetivismo absoluto y endiosado. Y lo impone en todos los centros docentes, estatales y privados» (p. 134).
La vivencia de el Profesor Manuel Guerra se nos presenta dentro de lo público y lo privado. Dentro de lo público, su espacio general para todos en el que el cristianismo tiene cabida en la sociedad actual ante el secularismo religioso tan acuciante hoy día. Dentro de lo privado, en la persona, que necesita un espacio de seguridad, en la enseñanza, en la política… Ambos espacios, público y privado se articulan en situaciones problemáticas diversas dentro no sólo del campo nacional sino internacional.
Los factores que parece que han llevado al autor a realizar este estudio a lo largo de su carrera como profesor y sacerdote son fundamentalmente tres: la defensa del cristianismo, el amor a la Iglesia y la tensión que vive la sociedad ante el laicismo y la globalización.
El contexto de la masonería y de las sectas religiosas tienen un valor significativo en nuestro entorno social, político, cultural e histórico. Sabiendo que lo religioso sectario no es malo en sí mismo: «Pienso que la palabra secta debe dejar de ser una “palabra tabú”, o casi intrínsecamente mala» (p. 165), sino la ideología que se inserta a través de ese entorno religioso, sobre todo cuando esa ideología habita en los extractos de poder de la sociedad y en lo institucional.
Véase el ejemplo significativo que establece la obra sobre los anteriores Presidentes del Gobierno en España: Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy (pp. 193-194) o presidentes del Tribunal Supremo y Tribunal Constitucional (p. 178), representantes y mandatarios de instituciones supuestamente que deberían ser garantes de nuestros derechos y hoy día del Estado de Derecho, que forman parte de la masonería. Asociación que junto con el laicismo y el relativismo, se está insertando dentro del campo educativo en los centros escolares y hasta dentro de la misma Iglesia, dando paso a una destrucción ética, moral y religiosa del ser humano, materializando su condición espiritual. Muestra de ello es el surgimiento de la ideología de género, campo de discriminación:
«Sustituir a los padres y tutores en sus tareas formativas de sus hijos y tutelados menores de edad. Más aún, imponen a los profesores, una ideología, la de género, precipitándose […] y precipitando al profesorado en un totalitarismo y adoctrinamiento» (p. 199).
En lo global de la obra, no pretende ser una crítica, aunque sí se toma una posición determinada con respecto a la sociedad y a la Iglesia, haciendo una exposición concreta sobre la problemática que hemos advertido anteriormente y abriendo una línea de investigación dentro del ambiente académico, hacia dónde está yendo la sociedad y sus consecuencias a pesar de la degradación ética-moral: «Un cristiano no puede no ser optimista. Lo será básicamente en la medida de su fe en Jesucristo y, de modo accesorio, en la de su conocimiento en la historia de la Iglesia» (p. 246).
Dentro de la obra, que viene a ser una breve recopilación de su pensamiento, fundamentada en una ingente cantidad de referencias que dan una visión pormenorizada de los temas que trata, junto con experiencias vitales, se ilumina el juicio crítico del debate social. La lectura del texto, en un lenguaje sencillo, sin excesivos tecnicismos, con la finalidad de llegar a todos, contempla los aspectos de la realidad apelando a la necesidad de “Verdad” a través de la responsabilidad personal, institucional, humana y social.
La sociedad tiene que dar respuesta eficaz, coherente ante la polémica instalada por el Estado, teniendo en cuenta la problemática social, política, religiosa y cultural ante la globalización ¿cuál es la legitimidad ante el laicismo globalizado, ante la expresión pública y privada de la religión? ¿Es expresión de identidad la discriminación ideológica de género? ¿Se pueden restringir los derechos personales y libertades personales y públicas de forma arbitraria por grupos muy minoritarios o acciones criminales individuales?
La imparcialidad, la neutralidad y el Estado de derecho no puede implicar nunca ir contra los bienes, libertades y derechos personales. El laicismo, el relativismo o la masonería no pueden ser nunca confesionalidad ideológica del Estado, como si de una teocracia estatal de nuevo orden social global consistiera. Es decir, minorías que pretenden imponer el totalitarismo de los afligidos y la restricción de los derechos personales dentro del espacio público y ya dentro del espacio privado. Absolutismos que no son lo que algunos pretenden llamar “políticas progresistas”; más bien, los derechos y las libertades están teniendo un retroceso hacia siglos pasados, destruyendo la democracia constitucional y la lucha internacional por los derechos, libertades e igualdad.
Ante lo expuesto, a mi entender, junto a la vivencia de lo personal de la obra, existen una serie de temas importantes que afectan a la sociedad que hay que tener en cuenta. Lo laicista, lo masónico, lo relativista… no se puede constituir en un juego de armonía con la antropología de la libertad religiosa, de los valores, de la ética, de la moral y de las costumbres en una expresión pacífica, dado que aquellas no tienen un respeto por lo religioso, ni un diálogo con el mismo, sino la destrucción y el atentado contra la misma dignidad humana ante lo religioso; lo que crea a corto o medio plazo conflictos controvertidos de seguridad jurídica.
Llama mucho la atención que el estudio, la visión crítica y el amor por la Iglesia puedan llevar a nuestro autor a ofrecerse en holocausto por defender lo que ama, la justicia y el deber: «las dos amenazas de muerte, una en mi casa, la otra en Roma […] proceden de la misma organización» (p. 165), sin por ello cesar en su labor investigadora y sacerdotal. Podemos afirmar que el objetivo está cumplido dándonos una visión general y personalizada de su vida y su carrera y la fundamentación de su estudio y sus obras.
En conclusión, La Guerra de Don Manuel se pone en el proscenio ante la sociedad como camino de concienciación del “hacia dónde nos dirigimos”, ante la falta actual de valores y la destrucción paulatina de la dignidad del ser humano y la divinidad. Sería necesario en este contexto de globalización la necesidad de garantizar los derechos de los ciudadanos a la libertad religiosa y educativa, las libertades individuales y públicas y, los derechos políticos.