Resumen
En estas páginas, abordamos la contribución de un teólogo a la sociedad a través de sus artículos en prensa, participación en tertulias y entrevistas. Desde la Transición democrática hasta estos últimos años, nos acercamos a la obra de este profesor, referencia obligada en el mundo de la Teología, en su estilo más ameno, directo e incluso periodístico.
1. Introducción y justificación
El teólogo y profesor Olegario González de Cardedal repasaba en el programa Últimas Preguntas de TVE, su vida académica y teológica tras la concesión en 2011 del Premio Ratzinger, el considerado Nobel de la Teología, entregado por quien fue su compañero de universidad, el Papa Benedicto XVI. La del teólogo Olegario González de Cardedal, ha sido una trayectoria concebida como «una vocación y un encargo de la Iglesia» (TVE, 2011). Entonces, apuntaba que su enseñanza de la Teología no se había circunscrito al espacio cerrado de la universidad ya que, en determinado momento, decidió que debía llevar el ejercicio público del diálogo fe-razón al espacio abierto, al ámbito de pensamiento de las academias, a los periódicos, televisiones y otros lugares de reflexión, como los cursos y encuentros de verano de las universidades (TVE, 2011).
Como antiguo compañero de claustro y formación, el Papa Benedicto XVI, se refería así al teólogo y profesor:
En una larga vida de estudioso, el profesor González ha tratado todos los grandes temas de la Teología, y eso no simplemente reflexionando y hablando de ella desde un escritorio, sino también confrontándose siempre con el drama de nuestro tiempo, viviendo y también sufriendo de una forma muy personal las grandes cuestiones de la fe y, así, las cuestiones del hombre de hoy. De este modo, la palabra de la fe no es algo del pasado; en sus obras se hace verdaderamente contemporánea a nosotros (Velarde Fuertes, 2011).
Recupera estas palabras el académico Juan Velarde, con el perenne deseo de abrir los estudios de Teología para la universidad pública, preocupación compartida con el cardenal Fernando Sebastián desde sus tiempos de la Pontificia de Salamanca.
De la misma manera lo sostenía el teólogo abulense en El País, tras la entronización de Benedicto XVI, formado en una universidad estatal alemana. Al hilo de esta amistad –«que ha perdurado durante decenios»– recordaba una carta respondida por el Papa en el mes de marzo, en la que le había invitado a Salamanca, un mes antes de su elección, a la que le contestó: «He renunciado a dar conferencias. Los años que Dios todavía me dé quiero consagrarlos a un libro de meditaciones sobre Jesucristo en la línea de lo que fue la gran obra de R. Guardini, El Señor» (González de Cardedal, 2005).
Por lo que vemos, no entraba ni mucho menos en sus planes suceder a San Juan Pablo II. En una entrevista publicada en este 2018 en el diario El Mundo, se recogen unas palabras del Papa Benedicto XVI, destacando su tenacidad para «confrontar el drama de nuestro tiempo» (Conde, 2018).
Esta ha sido en todo momento la intención del teólogo, abrir su experiencia. Por eso, al recibir el premio, publicaba una tercera en el diario ABC, preguntándose por el sentido, la finalidad y el papel de los teólogos en el mundo, que se podrían resumir con estas palabras: «(El teólogo) pone el oído sobre el tambor de la tierra y de la conciencia humana para oír pulsiones que vienen de más lejos, las recoge, filtra, discierne y traduce a sus hermanos los hombres. Acoge esa palabra suprema que nos acompaña desde su alumbramiento: Dios» (González de Cardedal, 2001a).
Y es que la preocupación de Olegario González de Cardedal ha sido constante, la de defender y justificar el papel de la Teología, planteando con rigor respuestas a la sociedad. Así lo demostró, también, en el discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, «un lugar en el que se busca la verdad en concordia, libertad y diálogo» (González de Cardedal, 1986).
Un teólogo ha de servir a la fe y a la sociedad, recalca don Olegario, quien destaca cómo «el teólogo tiene sobre todo que hablar de Dios. Y de Él solo puede hablar a partir del mundo, desde dentro de la sociedad y en palabras de hombre» (González de Cardedal, 1986).