1. Introducción
1.1 Posverdad: ¿De qué estamos hablando?
Para comenzar a hablar de este concepto es importante intentar establecer un marco teó- rico mínimo que nos permita delimitar el camino por el cual vamos a discurrir. El prefijo “pos” o “post” de “pos(t)verdad” no nos remite tanto a una cuestión de cronología o superación dia- léctica, sino a la irrelevancia en la cual han caído la verdad (y la verdad) de los hechos en la era de la posverdad. ¿Se trata de una mentira o de una falacia? ¿De qué tipo y en qué Posverdad: ¿De qué estamos hablando?
Para comenzar a hablar de este concepto es importante intentar establecer un marco teó- rico mínimo que nos permita delimitar el camino por el cual vamos a discurrir. El prefijo “pos” o “post” de “pos(t)verdad” no nos remite tanto a una cuestión de cronología o superación dialéctica, sino a la irrelevancia en la cual han caído la verdad (y la verdad) de los hechos en la era de la posverdad. ¿Se trata de una mentira o de una falacia? ¿De qué tipo y en qué grado lo sería de ser así, y qué objeto habrían de seguir la ética, el periodismo y los comu- nicadores a través de los medios de comunicación tradicionales y los de la era digital? ¿Qué papel jugarán los hechos, las evidencias, los marcos teóricos y el pensamiento crítico en esta era de la posverdad? El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), define posverdad como “la distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emo- ciones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales” (Posverdad, n.d.). El Cambridge Dictionary (Post-Truth, n.d.a.) considera que la posverdad está relacionada con una situación en la que las personas son más propensas a aceptar un argumento basado en sus emociones y creencias, en lugar de uno basado en hechos. Para el English Oxford Living Dictionary (n.d.b.), la posverdad está relacionada o denota circunstancias en las que los he- chos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que aquellos que apelan a la emoción o la creencia personal. Las dos definiciones de los diccionarios anglosajones no solo son muy semejantes entre sí, sino que básicamente apuntan a separar entre hechos por un lado, y emociones y creencias por otro lado, para subrayar que las segundas tienen un mayor impacto en la conformación de la opinión pública o audiencia. Mientras que la fuente española, hace referencia a una distorsión deliberada de la realidad por parte del enunciador con la intención preponderante de manipular, y de esta manera, de mentir o falsear. En este sentido, la posverdad estaría cercana a la idea de las Fake News, siendo estas últimas parte del universo de la primera, y no sinónimos, como iremos viendo (Brisman, 2018; Caridad-Sebas- tían, Morales-García, Martínez-Cardama & García López, 2018; Carrera, 2018; Carlson, 2018; Carson & Farhall, 2018; Hannan, 2018; Himma-Kadakas, 2017; McIntyre, 2018; Müller Spinelli & de Almeida Santos, 2018; Palomo & Sedano, 2018; Slavtcheca-Petkova, 2018; Waisbord, 2018).
La posverdad al incluir a las fake news, alude a un espectro problemático mucho más amplio (por ejemplo: epistemológico, ontológico-político, ético-político, entre otros) que el de las se- gundas (comunicativo, periodístico, entre otros). De allí que operando de manera conjunta,
73 las fake news alimenten a la posverdad. “Las noticias falsas o fabricadas se difunden expresa- mente para ganar dinero con “clics” y “views”, y también se utilizan para engañar e informar mal” (Cooke, 2018:VII). De aquí se desprende la conjetura de que los hechos objetivos en el régimen de posverdad, son menos decisivos que las opiniones personales o emociones en la formación del criterio personal y la opinión pública (Villena, 2017). Dice Hannan,“el problema de concentrarse en las noticias falsas como el culpable de un mundo de la posverdad es que no explica qué está promoviendo las noticias falsas” (2018:224). Para McIntyre, “la posverdad equivale a una forma de supremacía ideológica, a través de la cual sus practicantes intentan obligar a alguien a creer en algo, tanto si hay evidencia a favor de esa creencia como si no” (2018:42).
Aunque la posverdad como fenómeno socio-cultural-histórico-político-económico haya existido desde siempre ligada al ejercicio del poder, en estos momentos su emergencia ad- quiere nuevos y peligrosos matices por el impacto de las redes sociales en el mundo hiper- conectado en que estamos, en donde se descentraliza el poder, para tornarlo ubicuo, difuso, confuso, sin límites, como son algunas de las características de lo digital. En otras palabras, la posverdad adquiere otros funcionamientos complejos, porque con la cultura digital, que abarca el ciberespacio, el cibertiempo, el ciberantropo, produce y reproduce la hiperrealidad en que vivimos (Haidar, 2018:2).
Nótese que la ética y la política no pueden permanecer inmunes a este tipo de prácticas comunicativas e informacionales por las connotaciones que de aquí se derivan para la toma de decisiones en su vida diaria como seres humanos, profesionistas, público-audiencia, con- sumidores, votantes, productores de conocimiento, impartidores de justicia, diseñadores de políticas públicas, ciudadanos que toman decisiones en torno a actividades tendientes al bien común, la convivencia democrática y el desarrollo sustentable, entre otros roles sociales. De manera cercana a la definición de posverdad de la RAE, Gelfert considera “que cualquier definición de fake news está relacionada con distintas formas de desinformación pública y distorsiones en el proceso comunicativo” (2018:95). Para Caridad-Sebastían et al. (2018:893- 894) por su parte, la posverdad obedece a un fenómeno complejo en el que coinciden tres elementos clave: 1) los hábitos ciudadanos conformados a partir del acceso y el uso de la in- formación; 2) la polarización social y económica que el capitalismo espectacular ha produci- do; y, 3) el contexto y las circunstancias tecnológicas que inciden en prácticamente todos los ámbitos de la vida de los ciudadanos, produciendo así una nueva cultura. Esta complejidad muestra que las definiciones, semejanzas y diferencias entre fake news y posverdad, no resul- tan tan sencillas de establecer y delimitar. Lo que no es posible negar, como señala Waisbord es que “ni las noticias falsas ni la posverdad tratan estrictamente sobre el periodismo. Sin embargo, son indicios de las condiciones fluidas en la comunicación pública a nivel global que han desestabilizado las asunciones modernas sobre las noticias y la verdad” (2018:1868).
Podemos estar de acuerdo también en que la sociedad de la posverdad se mueve principal- mente en las redes sociales (Cebrián, 2018). Pero que ésta al no existir solo allí de manera neu- tra, sin causar efectos y consecuencias en la vida de los seres humanos, su control y vigilancia no es solo responsabilidad de la gente que trabaja en los medios de comunicación donde esta circula, sino de todos los ciudadanos (Marcos et al., 2017:22). Lo anterior aunado, a que son los grandes poderes políticos (estados y gobernantes) y económicos (transnacionales y medios masivos de comunicación) los principales propagadores (no sin la ayuda consciente e inconsciente de los ciudadanos) beneficiarios de las fake news que transitan en esta era de posverdad.
Así, las verdades políticas tienen un alto componente emocional que se fundamenta en factores más allá de un análisis histórico, económico y sociológico, o en una reflexión analítica sobre la geopolítica global, el sistema económico capitalista con sus condiciones y ciclos de comportamiento, las condiciones concretas en materia de educación, la explicación sociológico-económica de la pobreza o las condiciones de competencia fruto de la globalización. Las verdades políticas se centran en el ataque y la difamación de un supuesto responsable o enemigo, el cual es construido con datos manipulados y, sobre todo, imágenes y audio que gracias a su verosimilitud parecieran irrefutables (Lomelí, 2019:359).
Por ello no es ninguna casualidad que las fake news nazcan y su distribución comience en las más altas esferas de poder, ya luego –acaso- dejándole la función de reproducción y redistribución masiva o global a los usuarios de las redes sociales a través de internet.