Resumen
En estas líneas estudiamos el último capítulo de la II parte del Quijote, que ha sido un episodio controvertido. Analizamos el tema del amor, la muerte, el honor, la cordura y la locura. Concluimos que, aunque hay una condena explícita al género de la caballería, el autor implícito refuerza el valor de las historias imaginadas («cuentos» en palabras de don Quijote), que son no solo necesarias para configurar la novela moderna –y la fama de su autor–, sino para vivir.
Abstract
We study the last chapter of the second part of the Quixote, which has been a controversial episode. We analyze the theme of love, death, honor, sanity, and insanity. We conclude that, although there is an explicit condemnation of gender of chivalry, the implicit author reinforces the value of imagined tales («cuentos» in Don Quixote’s words), which are need not only to settle the modern novel -and his author’s fame- but to live.
verdaderamente está cuerdo
Alonso Quijano el Bueno»
(II, cap. LXXIIII)
1. Introducción
En las líneas siguientes expongo una lectura del último cap. de la II del Quijote, el LXXIIII, «De cómo don Quijote cayó malo y del testamento que hizo y su muerte».
Este capítulo, como casi todos los últimos de las novelas, tiene algo de despedida, de testamento. Miguel de Cervantes se despide del lector y del protagonista y, quizá, también de su propia vida; le queda poco tiempo y seguramente él lo intuye. –Al acabar la segunda parte del Quijote, cuenta con sesenta y ocho años, edad a la que murió–.
Este capítulo final no es un epílogo que resuma o reafirme las tesis que el autor ha ido dibujando a lo largo de su novela. Por el contrario, es más bien un cierto cuestionamiento de su crítica irónica hacia el hidalgo manchego y su mundo. Ahora, en este episodio, el autor se compenetra con su personaje. Quizá Cervantes descubre que él mismo también es el Quijote.
El autor ha sufrido la guerra (Lepanto), el cautiverio (Argel), la cárcel, desdenes literarios y penurias económicas; puede que estas vivencias le despertaran una gran comprensión e identificación hacia su personaje.
Estos sentimientos conquistan al lector y hacen a este capítulo único por su melancolía como bien ha señalado José Luis Borges. También Martin Koppenfels ha apuntado que «lo triste de este […] final novelesco no es que don Quijote muera, sino que abjure de la orden de caballería antes de morir» (Koppenfels, 2006: 71). Con su abjuración el prototipo de caballero andante muere, dando así fin a todo un género donde los protagonistas eran fieles a sus principios, siguiendo las características de aquellos caballeros andantes como Amadís de Gaula: «De esta forma, el hidalgo concluye simbólicamente una forma narrativa cuya característica más destacable es la infinidad –no la reflexiva, sino una más antigua: la serie infinita de aventuras» (Koppenfels, 2006: 76). Comienza así la novela moderna, donde el protagonista se dibuja a sí mismo e, incluso, cuestiona sus principios.
En este capítulo el autor implícito –o «la imagen que el autor real proyecta de sí mismo dentro del texto» (Garrido Domínguez, 2007: 116)– muestra que la fabulación o «los cuentos» (en palabras del mismo don Quijote) están ligados a la vida y la fama, mientras que la «no fabulación» está asociada a la muerte, concretamente, en la trama del Quijote, a la misma muerte del caballero andante, al fin de la obra y, quizá, del todo el género caballeresco.
Es significativo que, en este episodio (el capítulo LXXIIII), el narrador y el protagonista principal (bien el Quijote, o Alonso Quijano) se identifican y coinciden en mostrar un mensaje –de tono «apacible» y «amable»–, por el que revindican la fabulación novelesca como medio para alcanzar la vida perpetua entre las gentes, es decir, la fama.
Asimismo, asistimos en este último episodio, a un intento de sintonización de los personajes (Sancho se quijotiza, y viceversa), lo que supone un «hacerse» en el devenir de la trama; estos se configuran como unos personajes que sienten y se transforman por amor. De este modo, se alejan de los prototipos que, por el contrario, responden a cualidades fijadas por el autor al principio de la obra. Así, estos personajes complejos dan comienzo a la novela moderna. Y el más complejo será el mismo don Quijote, que desafiará a los patrones de la novela caballeresca con su muerte (además de con sus palabras).
La lectura del Quijote en este trabajo también se podría enmarcar laxamente en los estudios comenzados por René Girard. Este autor «desarrolla una teoría del deseo como un móvil básico de las obras literarias» (Montero Reguera, 1994: 99). Al aplicar esta teoría al Quijote, Girard considera que el hidalgo manchego es el sujeto del deseo; doña Dulcinea, el objeto; y el mediador o modelo mimético, Amadís de Gaula, perfecto caballero andante.
Ahora, voy a comentar cómo los temas que componen la novela (la amada, el honor, la amistad, la locura, la cordura y la muerte), razones por las que don Quijote ha actuado, aparecen en este último capítulo con un tono distinto, que impregna el significado de toda la obra.