1. Introducción
El desarrollo progresivo de la economía global ha supuesto una serie de nuevos retos para las organizaciones empresariales, así como para otros entes orientados a la consecución del orden social y del bien común. Las corporaciones, en sus acciones de internacionalización, deben reconocer no solo las ventajas y coyunturas de los nuevos mercados, sino también todo el contexto político, legal y sociocultural de las localidades en las que pretende desarrollar su actividad.
En este marco de nuevos desafíos, uno de los objetivos de los órganos decisores de las empresas consiste en conocer las motivaciones y expectativas de sus colaboradores locales, para con ello, desarrollar sistemas de gestión de personas que les permitan ejecutar eficazmente sus estrategias. Al mismo tiempo, la implantación de la ética y la responsabilidad social de las empresas también se ven afectadas por las características culturales de las diferentes localidades, y requieren un conocimiento de los valores, modelos de comportamiento y de liderazgo predominantes en estos entornos.
Se trata, por tanto, de dos realidades –la estrategia y la ética– que se ven afectadas por los mismos factores culturales. Este hecho no debe sorprendernos dado que, tratándose del estudio de comportamiento humano, todas aquellas características del entorno o condicionantes intrínsecos que le afecten, tendrán influencia en los diferentes ámbitos de toma de decisión de la persona.
Por otro lado, la literatura también destaca, más allá de la cuestión que ahora nos incumbe, las múltiples relaciones entre ética empresarial y estrategia. Tanto la estrategia como la ética influyen en la visión de futuro y del bien que se pretende que sean compartidas por los miembros de la organización, así como en su capacidad de dar dirección y sentido a las acciones empresariales (Behnam & Rasche, 2009; Díaz de la Cruz & Fernández Fernández, 2016; Elms, Brammer, Harris, & Phillips, 2010).
En esta comunicación proponemos hacer una reflexión, partiendo de un cambio de paradigma aplicado a la gestión de personas en acciones de internacionalización. La propuesta se apoya sobre la hipótesis de que éstas deben basarse más en la promoción de una cultura empresarial ética, y no solamente en los tradicionales mecanismos de control, propios de la teoría de agencia. Se trata, por tanto, de una propuesta teórica con implicaciones prácticas, que pretende fomentar una implantación proactiva de aquellos valores que, sin ir en detrimento del desempeño empresarial, sean capaces de crear una cultura empresarial ética desde el compromiso con los fines empresariales.