1. La crítica política del entusiasmo
David Hume era consciente de lo que implican las luchas de opinión. Historiador de la guerra civil y revolución inglesas de las décadas centrales del XVII, entendió “la útil lección de las revoluciones memorables” en dos sentidos muy claros. El primero revelaría quees muy peligroso para los príncipes (como fue el caso de Carlos I) asumir más autoridad que la que las leyes les han otorgado.
El segundo, que estos sucesos nos proporcionan otra instrucción, no menos natural y útil, concerniente a la locura del pueblo, las furias del fanatismo y el peligro de los ejércitos mercenarios (Hume, 1970: 687).
Así como Michel de Montaigne detectó en los hugonotes franceses la fuerza radical y desestabilizadora de una conciencia autoerigida en fuente última de legitimidad de lo existente; Hume, como ya antes Hobbes, detectó lo mismo en los puritanos ingleses más enfervorecidos en su ataque contra los Estuardo y la Iglesia anglicana. Con ello, no quiso atribuir al puritanismo toda la culpa de la guerra civil, pues también el monarca, en la defensa de su prerrogativa frente a las fuerzas parlamentarias, tuvo su parte de responsabilidad, sino aislar el componente fanático que lo animaba.