1. Introducción
El vivir humano es un constante estar a la espera de acontecimientos y realidades en los que el hombre pone su esperanza de realización y, consecuentemente, de felicidad. Siendo este un hecho generalizable entre los seres humanos, al mismo tiempo nos percatamos de que las personas, en lo que difieren, es el modo de esperar la consecución de sus objetivos vitales. En concreto, el modo de la espera en cada individuo varía si observamos el modo de entrega o compromiso con el objeto deseado. De modo que, conociendo el modo de la espera que realiza un sujeto, podemos vislumbrar también su modo de vivenciar la esperanza, o la altura de la misma. La relación entre esperanza y compromiso fue detenidamente estudiada por Pedro Laín Entralgo (1908-2001) en su obra La espera y la esperanza. Historia y teoría del esperar humano. Esta obra supuso un antes y un después en los estudios sobre la esperanza en nuestro país, pero tuvo también su trascendencia internacional. En cierto modo la obra de Laín, escrita cuatro años antes de El principio esperanza, entrará en diálogo con la obra de E. Bloch.
Desde una metodología histórica y antropológica, Laín desentraña el modo humano de la espera y la realidad de la esperanza que anida en los actos de aguardar. No hay espera sin esperanza porque, aunque sea mínimamente, siempre hay una tenue confianza. La espera y la confianza dan humana figura a la esperanza. En la espera puede haber desesperanza, desesperación, cansancio e incluso angustia, pero, incluso en estos estados, hay presencia de confianza en el logro de lo esperado.
La cuestión que nos ocupa en estas páginas es dar respuesta, guiados por el magisterio de Laín, a los siguientes interrogantes: Cuando el hombre y la mujer esperan ¿Cómo esperan el objetivo o los objetivos deseados? ¿Cuál es nuestro modo de entrega, engagement o compromiso mientras ejecutan los proyectos de futuro?
Parece necesario poner bajo análisis los modos de la espera que puede actualizar el hombre en función de su compromiso (engagement) con la realidad. La actitud ética ante la vida configura unos determinados modos de esperar que Laín reduce a tres: inane, circunspectiva y auténtica o radical. Su objetivo era construir una ética que pivotara sobre la esperanza. Se hace evidente la cercanía de su reflexión al concepto de entrega (engagement: compromiso, empeño) puesto en boga por los existencialistas franceses. En concreto se observa la familiaridad del pensamiento lainiano con algunas de las tesis primordiales del personalismo si comparamos sus intuiciones con algunos puntos esenciales de un claro representante del personalismo como es el pensador francés E. Mounier.
Al igual que E. Fromm en su obra La revolución de la esperanza escrita en 1968, Laín encuentra que la clave para un futuro en esperanza se halla en una esperanza activa y solidaria encarnada por una sociedad humanizada y no tecnocrática.