1. Introducción: estado de la cuestión
Es un hecho que el odio al prójimo ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. Entender las causas que originan el sentimiento del odio es un tema que ocupa a distintas disciplinas. Ya sea como pulsión constitutiva del ser humano o como efecto del pecado original, parece que el odio apunta al ser del otro. La alteridad provoca reflexión, pero también intriga. Para Emmanuel Lévinas (1997), la alteridad del prójimo interpela al sujeto a comunicarse, a emitir una palabra, el rostro del otro revela la dimensión preoriginaria del lenguaje en cuanto responsabilidad por el otro. Sin embargo, desde otro enfoque, la alteridad también puede considerarse como una imagen del yo: por eso se ve al otro como un enemigo, como una amenaza a la imagen que tiene el yo de sí mismo; incluso, los desequilibrios que provocan la intensidad del odio hacia el ser del otro pueden llegar a desbordar la razón y dirigir su fuerza hacia la propia persona, lo que permitiría señalar una instancia autodestructiva, como pulsión de muerte, según Freud (2014). Por otra parte, el ser del otro revela una condición de extranjería, un ser más allá de la totalidad. El enfoque racial está presente en el discurso del odio, el otro es un menor de edad, la diferencia de tonalidad en la piel despierta el desprecio, la injuria, la exclusión. En la cultura semita, el rostro del otro es a la vez un de otro modo que ser, una huella del infinito, y por lo mismo se presenta en su vulnerabilidad extrema, que consiste en la tentativa de asesinato (Lévinas, 1991).
Generalmente, en el campo de las ciencias sociales, se estudian las manifestaciones del odio en correlación con el contexto, la cultura, la política, la economía y las religiones, con la intención de describir la parte estructural que corresponde a la violencia, a la indiferencia social o a la falta de solidaridad (Rorty, 1991). Las ciencias sociales, como señala Zygmunt Bauman (2004), se han desarrollado con la idea de proveer de un conocimiento sobre las re- gularidades del comportamiento de la sociedad; esto permitiría que la autoridad, en principio, tenga la posibilidad de intervenir sobre las causas sociales que originan un estado de guerra generalizado. Se trata de un proyecto, que inicia con Hobbes, que plantea la organización de una sociedad civil sobre la base de un conocimiento de las causas que desatan la guerra, como la escasez de recursos, el orgullo, la competencia o la rivalidad (Hobbes, 1994).
En la filosofía clásica, el odio se entiende como una manifestación del mal, el cual se explica como privación de bien: «El mal no es algo sino es la privación misma de algún bien particular» (Aquino, 2015, p. 27). Para Tomás de Aquino, el mal no es algo porque es lo contrario a lo apetecible, y solo lo apetecible es un ente. «El mal, que es universalmente contrario al bien, es además contrario al ser, y lo que es contrario al ser no puede ser algo real» (ibíd., p. 28). Ahora bien, por su constitución esencial, el hombre participa del ser supremo, no posee el ser por esencia, por eso su posibilidad de deliberar y actuar el mal. El manda- miento evangélico de «amarás a tu prójimo» tiene sentido desde el enfoque antropológico que defiende la capacidad de autodeterminarse de la persona que es libre y, como tal, puede deliberar sobre el bien y el mal de sus acciones (Wojtyla, 2014). El mal puede proferirse: decir una maldición es desear el mal al prójimo o a la comunidad. El mandamiento del «amarás a tu prójimo» implica el buen deseo de palabra, el bien decir, la buena comunicación, el decir mismo la verdad del ser (Prado, 2018). El odio es un problema sin parangón que representa un desafío para la propia persona y para el lazo social. El mal: «¿Invitación pensar menos, o provocación a pensar más y hasta de otra manera?» (Ricœur, 2011, p. 21).
La presente investigación versa sobre el análisis del discurso de odio en la red Twitter, en el entorno de la pandemia de covid-19, en la que empleamos la hermenéutica, en un ejercicio de contraste con la teoría de Ferdinand de Saussure (1991), para analizar los campos semánticos, significantes y significados, que se encuentran de forma transversal en el gesto co- municativo (Derrida, 1971). La investigación es cualitativa con un enfoque multidisciplinar, entre antropología personalista, psicoanalítica, lingüística, comunicación y ética. El fundamento antropológico permite medir la escala de valores ciudadanos en contraste con la escala de odio. Bajo la disciplina psicoanalítica, se consideran el encadenamiento del deseo pulsional del enunciado reiterativo, la insistencia en el odio, la denostación al otro. En lingüística, se considera el universo semántico de la oposición ideológica que rodea la comunicación política en Twitter: denigración del ser humano, racismo, ridiculización y mofa (chiste). Sobre el enfoque de la ética personalista: distinción entre dignificación de la persona y denigración del ser humano. En la comunicación: emisión, producción y reticularidad. En el análisis de la ilación de significantes, se incluirá la teoría psicoanalítica de Sigmund Freud (2014) y Jacques Lacan (2007) para interpretar un inconsciente colectivo de una masa social que permite la circulación y rodeo de la comunicación digital de los tuits, los lazos imaginarios y simbólicos de los discursos de odio al amo (presidentes), que conforman simulacros de conversación (Baudrillard, 1988), falsas esferas conversacionales.