El trabajo se plantea como objetivo responder a la requisitoria de qué es la belleza en el siglo xxi. Su hipótesis propone, con un guiño al Heidegger tardío, comprender la belleza actual como una expresión salvífica y resplandeciente respecto de la esencia de la técnica moderna. Lo hace —este sería su método— mediante una breve hermenéutica sobre lo que Heidegger deslizó al final de La pregunta por la técnica, cuando señaló, a propósito del destino oculto que estamos llamados a descubrir frente a la amenaza del Gestell, que «en otro tiempo se llamó τέχνη también a la ποίησις de las bellas artes». Este llamado, a modo de resultados del escrito, lo hemos vislumbrado en las obras de seis artistas contemporáneos, quienes testimonian precisamente este resguardo creador de la verdad en la obra. De esta manera, y esta sería su principal conclusión, las obras de arte de Kepa Garraza, Gina Heyer, Kathrin Longhurst, Leah Giberson, Nusret Aktay y Scott Listfield parecen prefigurar cada una —fruto de mundos y de genios tan idénticos, pero tan distintos— un mismo destino utópico y salvífico