1. Introducción y justificación
Los valores clásicos de la familia, la comunidad y la tradición impregnan por completo toda la filmografía de John Ford (Maine, 1894-California, 1973) hasta convertirse en uno de sus temas centrales. Considerado uno de los mejores directores cinematográficos de todos los tiempos, su nombre se asocia al western, pero abarcó gran número de géneros. Su obra, inspirada en el humanismo cristiano, ha ayudado a conformar la visión contemporánea de los Estados Unidos y de las actuales sociedades occidentales. La filmografía de Ford consta de 133 películas, rodadas entre 1917 y 1966. Su obra atraviesa la mayor parte de la historia del cine y en parte coincide con la época del New Deal, en la que se produce un prolífico acercamiento a cuestiones morales o explícitamente religiosas, a través de historias que trasmiten verdades sobre la experiencia humana (Lanuza, 2011: 64).
Destaca en sus películas el planteamiento de horizontes vitales que superan las particularidades propias de determinadas confesiones religiosas o modelos familiares, realidades a las que se acerca desde un punto de vista no ideológico ni proselitista. Su cine está marcado por una profunda impronta religiosa, que se enraíza sin duda alguna en los valores cristianos, fundamentados en una concepción antropológica del hombre como ser abierto a la trascendencia.
La gloria en la derrota o la idea del sacrificio que fructifica en un bien mayor; la concepción del progreso como una construcción que exige el sacrificio de hombres y mujeres que no vivirán para ver las bondades de una civilización que ellos mismos han ayudado a construir; la importancia de la tierra; sus retratos de marginados de la sociedad, generalmente personificados en prostitutas, pensadores y hombres de acción; su idea de la integración social, racial o religiosa; incluso la importancia que da a la vida de comunidad, y, por supuesto la capacidad que tiene el hombre de redimir sus culpas, son algunas de las principales constantes de su obra que delatan una visión de la vida atravesada por la experiencia religiosa, y sin embargo llena de frustraciones y debilidad.