Este volumen de la colección “las lecturas de Sileno, Cine y Filosofía”, nos ofrece la oportunidad de repensar el complejo mundo de la realización audiovisual desde la óptica del saber que busca comprender las razones últimas de las cosas. El lenguaje y la realización cinematográficos, nacidos hace poco más de un siglo, se han convertido hoy en uno de los vehículos de comunicación y reflexión más complejos y acabados, como muestran los cuatro estudios que componen este libro.
El hilo conductor de dichos trabajos no es la mera consideración erudita acerca del contenido de una película, sino el análisis filosófico de cuatro categorías sobre las que vuelve una y otra vez el pensamiento en este inicio de siglo, heredadas por el esfuerzo de superar la postmodernidad decadente de finales del XX: la fantasía, el anhelo de salvación, la reflexión sobre el tiempo y finalmente, la experiencia moral. Como señala en el prólogo el editor de la obra, el profesor García Pavón, “tanto la filosofía de Sócrates, en su carácter ‘performativo’, como los filmes de Woody Allen, a diferencia de sus medios y formas, comparten una pasión: la de comprender la realidad y su sentido, de una forma viva y en la cual estemos implicados” (p.10). La tesis del libro, deja claro, no consiste ni en una filosofía del cine, ni en una filosofía a través del cine, sino en una filosofía “cinemática”, esto es, en ver y mostrar cómo el cine puede ser “un medio con propósitos filosóficos significativos con ciertos límites” (p.16). Veamos en qué sentido cada uno de los estudios posibilita este acercamiento o juego de relación desde el cine al encuentro con la realidad.
En el primer estudio, el profesor Forzán aborda la cuestión de la fantasía tomando como pie la trilogía de El Señor de los Anillos de Peter Jackson y El laberinto del Fauno, de Guillermo del Toro. Como dice el autor, ambas películas “de distintos impactos, reconstrucciones y transferencias, abordan el fenómeno de lo fantástico y encierran, como buenas producciones que son, la esencia dialógica del cine y su dificultad para analizarlo poco a poco” (p.24), para lo cual acude a las herramientas conceptuales de la semiótica, la hermeneútica y la crítica.
En el fondo, como luz que dirige este análisis, la interrogante por lo fantástico y su constitución intrínseca, sus manifestaciones entre sombras, su relevancia en tiempos rotos y compungidos por la urgencia, será la guía para las divagaciones y ensayos sobre la materia de los sueños (p.24).
Nos ofrece así un interesante recorrido sobe el modo en que son concebidos ambos relatos (a partir de una obra literaria o de un hecho histórico), pero con elementos comunes que hacen que lo fantástico supere esa aparente dicotomía para entrar en la creación artística como posibilitadora de sentido. Analiza así los símbolos comunes a ambas narraciones: la guerra, los héroes perdidos, la música y los encuentros, el espacio mitológico, y sobre todo, el desarrollo principal del estudio que aborda los dos mitos modernos relacionados con la violencia por antonomasia en ambos relatos la técnica y el orden militar.
El lenguaje en lo fantástico es profundamente alegórico, cargado de simbolismo. El mal se distrae en la retórica del bien, le da su esplendor y permite compartir la misma naturaleza sígnica y hacer de la enunciación un ámbito “decisional”—afirma el autor en sus conclusiones—. […] Las grandes epopeyas, si se leen en clave espiritual, resultan grandes lecciones, pues hablan de los viajes interiores y de las batallas para conquistarse a uno mismo (pp.45-46).
El segundo trabajo, “¿Es posible un reencuentro con la salvación? La fiesta de Babette/Dogvill” del profesor Guerrero, profundiza en cómo la bondad y la maldad humanas se expresan en el encuentro de una comunidad con un extranjero. La comparación entre los dos filmes se realiza en el repaso de tres escenarios: “en tierra ajena”, “el claroscuro de una comunidad”, y finalmente, “reconciliación festiva o justicia apocalíptica”.
Además de las pasiones —podemos leer al plantear el análisis— el cine nos sitúa en estados de cosas que ayudan a entender algunos aspectos de la realidad; la lente de la cámara sirve como una lupa en los ojos del director para enfocar o hacer énfasis en aspectos específicos de un mundo posible, situaciones que en el mundo real muchas veces quedan desdibujadas al perderse en un contexto más amplio (p.50).
Los tres escenarios antes señalados le permiten al autor hacer una comparación entre estas dos películas danesas y el modo en que plantean experiencias profundamente humanas a partir de descripciones en apariencia meramente circunstanciales. Resulta muy interesante seguir el camino de los contrastes como medio para perfilar un pensamiento, una reflexión sobre la condición humana, el contexto social, la búsqueda de la identidad personal y sobre todo, el anhelo de justicia que anida en el corazón humano.
¿Es posible un reencuentro con la salvación? O dicho de otra forma, ¿estamos condenados irremediablemente por nuestra bajeza? Éstas no son preguntas menores. La fiesta de Babette y Dogville nos presentan dos posibles respuestas, cada una con sus determinaciones propias y sus énfasis específicos (p.68).
Gran acierto del autor es plantearnos un itinerario de reflexión a través de ambos relatos y mostrar cómo nos abren los horizontes de la razón al no encajar en categorías cerradas la vivencia de lo humano, sino ayudar con el relato a buscar el sentido.
Es así como llegamos al tercer capítulo, que corresponde al propio editor del volumen. El profesor García Pavón reflexiona cómo el cine puede suponer un modo de comprender las cuestiones radicales de la vida humana, cuyo sentido se ofrece en el propio devenir biográfico. Las referencias fílmicas son en este caso: Allegro, Reconstrucción y Medianoche en París, y por medio de ellas, analizar cuáles son los mitos, símbolos o imágenes significativas que ofrecen al sujeto la capacidad de asumir y dar sentido a la temporalidad humana para convertirla en biografía, en historia. El autor está convencido, afirma, de “que el cine tiene el potencial filosófico y existencial de poner al espectador en la situación de recuperar el tiempo perdido, hacerlo histórico y tener un sentido” (p.73). En particular, la tesis de su contribución es “que la filosofía cinemática es un pensar por medio de la temporalidad y de la afectividad y por el mismo movimiento de interrelación de tiempos que pensadores como Kierkegaard y Gadamer han llamado contemporaneidad” (p.74), y que analiza en las tres películas mencionadas.
Tras exponer lo más esencial de esa condición de contemporaneidad y la consideración del filme como acontecimiento, el autor desglosa en un muy atinado análisis cómo los tres rasgos nucleares de la misma (la posibilidad de fabular como fe en el sentido; la posibilidad del movimiento dentro de la temporalidad y la repetición como tarea del sujeto para comprenderse) se nos ofrecen en las películas elegidas.
En los tres filmes —concluye el autor—se da un movimiento de contemporaneidad con la repetición como tarea en una serie de acontecimientos, para que cada personaje recupere el tiempo perdido del sentido interno de volver a creer que es posible un tipo de amor. Y mediante las imágenes y el hacer presente de la ilusión cinematográfica, nos ponen también en la misma situación de los personajes: la de creer afectivamente que es posible recobrar la fe en una relación de sentido, es decir, de qué manera podemos comprender el movimiento de nuestra propia temporalidad al movernos por la temporalidad de otros con los recursos del filme (p.110).
El ensayo que cierra el volumen aborda la experiencia moral, como dice en su arranque Agejas,
Parafraseando a Ricoeur, quien afirmaba que el relato era un “laboratorio del juicio moral”, nos atrevemos a proponer el cine como un ámbito de verificación de la experiencia profundamente humana. […] En estas páginas nos proponemos mostrar cómo una adecuada selección y presentación de la narrativa audiovisual permite una experiencia formativa enriquecedora, más allá de la mera ejemplificación o ilustración teórica (p.113).
Así, el autor expone cómo el relato audiovisual mantiene la estructura esencial del literario, lo que permite integrar, como también apunto Hannah Arendt en sus escritos, todos los elementos propios de la experiencia moral, superando la reducción de la ética a la mera formulación de un juicio ético. Además de esta premisa, el autor señala que engloba bajo el concepto de narrativa audiovisual no sólo el cine, sino también las series de televisión, y que, a diferencia de los trabajos anteriores, no va a ceñirse ni a un género ni a un director concreto, pues el objetivo directo es: “ofrecer un modo de acercamiento a la narrativa audiovisual que permita explotar toda la riqueza reflexiva y formativa que puede encerrar” (p.114)
El autor ofrece el análisis filosófico de la experiencia moral a través del cine en tres momentos que ha bautizado con las tres palabras u órdenes clásicas en el momento del rodaje de una escena fílmica: «¡Luces!… ¡Cámaras!… ¡Acción!». De este modo nos conduce desde complejidad de la contemplación de la verdad moral, que es la que arroja luz sobre los demás elementos, al modo en que el cine pone en relación sujeto y acción, para finalmente, concluir con ejemplos que muestren cómo distintos relatos fílmicos posibilitan, manipulan o falsifican la experiencia moral.
Considera el autor que el cine da luz a los espectadores a la hora de considerar la acción humana. Así, indica cómo el relato fílmico ofrece la oportunidad de rescatar la experiencia como lugar en que se verifica lo humano, es decir, en que se hace real, toman vida, los ideales, los valores y las decisiones que un sujeto incorpora en su biografía y en su historia.
El buen relato fílmico tiene la gran virtud de proporcionar una tal experiencia en relación con la acción humana: nos sumerge en una historia en la que lo humano resplandece en toda su hondura y amplitud (o queda oculto y destruido, dependiendo de si refleja el bien o el mal moral). El buen cine nos posibilita una experiencia capaz de ampliar nuestra razón para que acceda a la plenitud de lo humano (p.116).
A lo largo del texto va salpicando sus afirmaciones con ejemplos tomados de películas clásicas, actuales o series televisivas de éxito, de modo que ofrece la oportunidad de entender arduas categorías morales a partir de escenas e imágenes que casi todos hemos podido contemplar. Podría señalar algunas aportaciones más, pero creo que el interés de la aportación, así como el del libro en su conjunto, reside en poder asimilar sus análisis como modo de enriquecimiento, no sólo cultural y estético, sino sobre todo, de comprensión de la realidad en sus distintas dimensiones, y de la riqueza del cine como vehículo para la verificación de lo humano, para poner en juego las ansias más profundas del espíritu.