1. Necesidad de un nuevo modelo de análisis cinematográfico
“Dice Eco: –si hay algo que interpretar, la interpretación tiene que hablar de algo que debe encontrarse en algún sitio y que de algún modo debe respetarse– Esto significa, pues, que por más que la interpretación sea potencialmente limitada, no todo acto de interpretación tiene necesariamente un final feliz. No todo vale”. (CÁRDENAS y RESTREPO, 2012: 202).
Ante una obra de cine clásico, puede el espectador entender que entre él y el director se ha creado una interacción, un vínculo comunicativo único, un hilo que conecta al especta-dor con la obra de tal modo que la co-crea en su lectura.
Puede sentirse, por lo tanto, interpelado a interpretar lo que allí ocurre, a explicar ese vínculo, a entenderlo para abrazarlo o rechazarlo.
La disciplina del análisis cinematográfico ha intentado siempre abordar esta realidad com-pleja y heterogénea que es la película, a través de diferentes enfoques: expresivo, narrativo, formal, estético, etc. Pero cuando un espectador asiste a la experiencia fílmica, no la per-cibe fragmentada en sus enfoques, sino integrada. Esto hace interesante la perspectiva de un modelo que intente responder con un método adaptado a la naturaleza espiral de esa experiencia.
Además, el cine, es un acto comunicativo que se desarrolla en un diálogo entre personas, por lo que se hacía necesario centrar el estudio, encarnar la obra. Por ello, esta propuesta, aunque tiene pretensión de universalizar, es fruto del análisis minucioso de la obra de Al-fred Hitchcock.
Tras revisar el cine de Alfred Hitchcock bajo un criterio con pretensión de universalizar el análisis de las obras cinematográficas, fruto de la convicción de la necesidad de una sínte-sis de saberes que aborde la naturaleza real del objeto de estudio, un objeto complejo, no únicamente audiovisual ni exclusivamente expresivo, sino más cercano a la ambiciosa expe-riencia del «arte total», es menester hallar un método integral que englobe las perspectivas anteriores ordenadas bajo un criterio personal, antropológico, que encarne la comunicación en un acto con una intencionalidad compartida por una comunidad formada, en este caso, por el director y el espectador y extensiva también a los otros agentes que hacen posible la película (actores y actrices, productores, operadores de cámara, guionistas, montadores, etc.). Esta comunidad se relaciona además con el contexto histórico biográfico, geográfico y personal en el que se produce la obra y todo ello obra en la decisión del director, libre y condicionada, de colocar la cámara en uno u otro lugar.