Stoner de John Edward Williams fue publicada por primera vez en 1965 en los Estados Unidos. Desde que fue reeditada en 2006 (por NYRB Classic), ha sido elogiada por crítica americana. Tim Kreider la considera “the Greatest American novel you’ve never heard of” (New York Review, 10 /20/2013). En España fue editada en castellano en 2010 (Baile del Sol) y, a partir de ese momento ha sido aclamada; para Rodrigo Fresán es una “obra maestra” comparable a la de Joyce (ABC, Madrid, El Cultural 09/04/2011); y para Enrique Vila-Matas, “una obra maestra olvidada” (El País, 18/10/2011). Desde septiembre de 2014 podemos disfrutar en España de la cuarta edición y reimpresión de la traducción realizada por Antonio Díez Fernández (reeditada por Baile del Sol). Con esta extensa reseña queremos valorar esta novela y, además, presentarla como un primer punto de partida para estudiar rigurosamente a su autor y toda su obra.
John Williams (1922, Clarksville, Texas – Arkansas, 1994) trabajó de joven como periodista y, más tarde, durante la segunda guerra mundial sirvió de sargento en las Fuerzas Aéreas americanas. A su vuelta se graduó en la Universidad de Denver (Colorado) pero en 1950 fue a la de Missouri donde se doctoró en Literatura en 1954. Luego, en 1955, retornó a la de Denver donde llegó a ser profesor de Inglés (enseñó Escritura Creativa) y Humanidades. Finalmente se retiró en 1985. Murió en 1994 a causa de una enfermedad pulmonar.
Cultivó tanto el género poético en The Broken Landscape (1949) y The Necessary Lie (1965)como el narrativo en Nothing But the Night (l948), Butcher’s Crossing (l960), Stoner (1965) y Augustus, novela por la que consiguió el National Book Award, otorgado en 1973, año de su publicación. Su quinta novela ─The Sleep of Reason─ fue interrumpida por su muerte. A las obras creativas citadas, se unen la edición de una antología poética, English Renaissance Poetry (1963), y de la revista universitaria University of Denver Quarterly (1965).
Stoner es, pues, la tercera novela de un autor maduro no solo por lo que respecta a su experiencia vital (se ha enfrentado con la muerte en la segunda guerra mundial) sino también porque sabe de literatura (ejerce de docente de esa área en la universidad). Además en ella, se aprecia su saber poético entretejido con el hilo argumental, lo que le otorga a la trama, en ciertos momentos, una lentitud que se refleja textualmente en la descripción de los sentimientos del protagonista, Stoner, al observar paisajes o al reflexionar sobre su situación familiar o laboral. Estos momentos producen en el lector una gran emoción porque apelan a su alma, que se retrata en la del protagonista.
Stoner narra la anodina y desgraciada vida de un profesor de lengua inglesa en la Universidad de Missouri, llamado de Williams Stoner. La historia comienza en 1891, mostrando sus humildes orígenes en una granja cercana a esa localidad. Sus padres, haciendo un gran esfuerzo económico, lo envían a la universidad de Missouri-Columbia. Allí debe alojarse en casa de unos parientes donde realiza algunos trabajos caseros a cambio de su estancia. Descubre el mundo de la literatura y el valor de las palabras, por esto abandona los estudios de Agricultura, en los que estaba matriculado, y comienza los de Literatura. En los años previos a la Primera Guerra mundial llegará a ser docente -en la misma universidad (Missouri-Columbia) donde fue alumno- gracias a la invitación de su profesor de literatura (Archer Sloane) para entrar en el departamento de Lengua Inglesa. Más tarde se casará con la enigmática Edith y tendrá una sola hija, Grace. Algunos de sus compañeros, entre los que se encuentra David Masters, morirán en la Primera Guerra mundial. A continuación, se enfrentará a la pobreza, provocada por el Crash del 29 -“la tristeza por los apuros ajenos [a Stoner] le acompañó en todos los momentos de su vida” (p. 192)-. En la universidad sufre el acoso laboral del Jefe del Departamento. También, más tarde, padece las consecuencias de la II Guerra Mundial ya que su yerno murió en ella.
La novela está dividida en diecisiete capítulos de extensión no homogénea. La estructura es lineal, presentando un claro principio, desarrollo y fin. La facilidad que concede la narración en tercera persona, focalizada por el protagonista Stoner, libera al lector de la excesiva atención a la forma, pudiendo así concentrarse en los recurrentes temas del texto (la relación de pareja, filial y profesional o la vida universitaria).
La mirada (focalización) de Stoner crea una narración poética porque su sentimentalidad y reflexiones inundan lo que se describe. A pesar de todo, los sucesos de la trama discurren con celeridad y se reserva el diálogo para los momentos cumbres en los que el narrador quiere matizar las opiniones de los personajes más detalladamente. La descripción (desde el punto de vista del protagonista), el diálogo y el relato de los hechos discurren con equilibrio.
Aunque existe una gran concentración del material diegético (ocurren gran cantidad de hechos en la trama), en algunos puntos de la historia se desacelera el ritmo argumental. Estas pausas permiten la profundización en los sentimientos de Stoner por parte del narrador. Así por ejemplo, a propósito de su amor con Katherine Driscoll, su alumna de postgrado, leemos:
Williams Stoner […] aprendió que la persona que uno ama al principio no es la persona que uno ama al final, y que el amor no es un fin sino un proceso a través del cual una persona intenta conocer a otra. Ambos eran muy tímidos y se fueron conociendo despacio, a tientas; se acercaban y se separaban, se tocaban y se retiraban, sin que ninguno pudiera imponer al otro más de lo fuera grato (2014: pp. 170-171).
Uno de los temas más recurrentes es la vida académica; asistimos a conversaciones de Stoner con sus amigos y colegas en las que discuten temas relacionados con la universidad, como son la endogamia de esta y el desequilibrio, casi mental, de algunos de sus profesores que viven en un mundo aparte, refugiados de la sociedad: “[La universidad] Es un sanatorio o -¿cómo lo llaman ahora?-, una casa de reposo para los enfermos, los ancianos, los infelices y los incompetentes en general. Mirad nosotros tres… somos la universidad” (2014: p. 31).
El retrato de los entresijos y rivalidades de los departamentos universitarios, donde la protección de algunos profesores hacia ciertos aspirantes facilita de un modo injusto su carrera académica es presentado de modo realista. También el acoso que sufre Stoner por parte de su colega Hollis Lomax por haber suspendido a su protegido (Charles Walker), refleja la impunidad con que, en algunos departamentos universitarios, “se castiga” a ciertos profesores asignándoles las asignaturas más detestadas (o lejanas a los propios campos de estudio), los peores horarios y los grupos de alumnos de cursos inferiores o menos brillantes:
Su horario de ese otoño era especialmente malo. Sus clases de prácticas de primero estaban esparcidas varias horas a lo largo de la semana. Durante todos sus años como jefe de departamento, Lomax nunca había fallado en asignar a Stoner horarios de clase que hasta el profesor más novato hubiera aceptado a regañadientes (2014: p. 193).
Este mobbing (acoso) de cierta parte del profesorado hacia Stoner es percibido por el alumnado que altera su comportamiento con él: “Antiguos alumnos suyos, incluso alumnos a los que había conocido bien, empezaron a saludarle con la cabeza y a hablarle de manera cohibida. Hasta de manera furtiva” (p. 157). Pero también hace mella en el mismo protagonista y “una especie de letargo se apoderó de él. Daba las clase tan bien como podía, aunque la rutina fija que requerían las de primero y segundo le robaban el entusiasmo y le dejaban exhausto y aturdido al final de la jornada” (p. 137). Luego la propia desconcentración, provocada por el injusto trato, le impide incluso leer (p. 158) y, más tarde, su propia pena la considera incrustada en el destino general de todos los hombres:
Se empezó a preguntar si la vida merecía la pena, si alguna vez la había merecido. Era una duda, sospechaba, que le llegaba a todo el mundo tarde o temprano. Se preguntaba si a los demás les llegaba con la misma fuerza impersonal que le llegaba a él. La cuestión le sumía en la tristeza, pero era una tristeza general que –pensaba– tenía poco que ver con él o con su particular destino […] (2014: p. 158).
La vida del campus universitario que se desliza en las páginas es bien conocida por el autor ya que en la realidad, como hemos dicho más arriba, fue profesor universitario. Así el entramado académico y la soledad que experimenta el docente es el tema más relevante, valioso e interesante del texto.
Pero, además, la narración cautiva al lector por los siguientes aspectos. En primer lugar, porque nos sentimos compenetrados con este antihéroe que se entrega a la vida con diligencia y empeño aunque esta no le devuelva nada: el amor por su mujer (Edith), su hija (Grace) y su carrera universitaria se tornan paulatinamente en fracasos que, aunque leves y anodinos, al fin y al cabo, son fracasos. Los hechos de la trama son vulgares pero la mirada del protagonista los convierte en únicos. La incomunicación que experimenta Stoner –desde que era niño hasta que llega a ser profesor y luego muere– se presenta natural, normal y tremendamente verosímil. Y esto es así porque el narrador muestra las distintas sensaciones que sufre Stoner de un modo tan real que parecen situaciones que hemos vivido o que potencialmente podríamos experimentar. La vida de este antihéroe americano es igual a la de cualquier persona: insignificante. Un antihéroe cobarde porque sabe sus limitaciones; por eso no irá a la Primera Guerra y tampoco será capaz de abandonar a su mujer para vivir con su amante, aunque la quiera con locura.
En segundo lugar, la incomunicación de Stoner nos alerta de los estragos de esta en la vida real. Los sentimientos de amor y bondad del protagonista no bastan si no son recibidos y entendidos por los demás. Su hija (Grace) y su mujer (Edith) se comportan como seres no amados. Pero no por falta de amor por parte de Stoner, sino por falta de la demostración de su afecto. Las reacciones de su mujer, primero, con sus padres y, luego, con su marido manifiestan, pues, lo dañino que puede llegar a ser una convivencia sin comunicación o, lo que es lo mismo, sin saberse querido.
En tercer lugar, porque los acontecimientos históricos se muestran en la trama y, además, afectan a los personajes, pues estos deben tomar postura ante los aconteceres: la crisis del 29 provoca el suicidio del padre de Edith (mujer de Stoner); la educación machista de Grace es la causa de que abandone los estudios; la Gran Guerra acaba con la muerte de David Master (amigo del protagonista). Y el mismo Stoner, dejando patente su impasibilidad, no irá a la guerra. El narrador justifica su apatía para mantener una actitud poco comprometida socialmente, no alistándose en las filas de los Aliados con esta explicación: “Se dio cuenta de la futilidad y el sinsentido de comprometerse por completo con las oscuras fuerzas irracionales que empujaban al hombre hacia un final incierto” (p. 193).
De este modo, el lector visualiza una parcela de la historia americana –desde la Primera Guerra mundial a la Segunda- con una mirada individual (la de Stoner), que no rehúye el peso de los acontecimientos históricos que, además, se reflejan en el día a día como, por ejemplo, en el vacío de las aulas porque los alumnos son llamados al frente.
Un texto, como hemos apuntado más arriba, sin estridencias formales para mostrar la vida de un protagonista que vive y muere también sin estridencias. Y esa conformidad con su destino vulgar lo trasforma, de antihéroe, en un héroe. Su tolerancia con las adversidades mundanas lo dignifica porque lo asemeja a todo el género humano. Pero Stoner, aunque es consciente de su destino mediocre, no deja por eso de afanarse en todos los campos: profesional, con su familia y amigos. Solo este empeño en seguir adelante, a pesar de ser consciente de su fracaso, lo convierten en héroe.
La novela, pues, gusta por la actualidad de su temática, a pesar de que fue escrita a mediados de la década de los sesenta. Plantea la frustración del hombre ante la imposibilidad de conseguir sus metas. El refugio en sí mismo –en su cultura, interior y espiritualidad– se presenta como la única posibilidad para paliar, primero, el fracaso y, más tarde, la convicción de la futilidad o la inanidad de la vida. A la hora de su muerte Stoner comprende la inutilidad de su vida, en la que había sido “un profesor cualquiera” (p. 237). Y reconoce que aunque “se le había concedido la sabiduría al cabo de largos años, había encontrado ignorancia” (p. 237). En la hora de su muerte, cuando recuerda son escasos logros y ante el miedo a la futura nada, se pregunta repetidamente: “¿Qué esperabas?, pensó otra vez. Le sobrevino cierta alegría, como traída por la brisa de verano. Recordó vagamente que había estado pensando en el fracaso… como si importara” (2014: p. 237).
Novela de temática actual, pues cada uno de nosotros lleva consigo un alma gemela a la del protagonista que, ante los sueños fracasados o delirios de grandeza apagados, también se pregunta con sorna: ¿Qué esperabas?