Introducción
El engagement, es un anglicismo, sinónimo de compromiso, que en español tiene un significado más ético, pues es una obligación contraída o una palabra dada (DRAE). Compromiso en su etimología viene del latín: compromissus, obligados juntos, compuesto por cum: junto y promissus promesa. De esto hablaremos al final de esta presentación. La fidelización, la lealtad, la constancia, la permanencia, la motivación, la
implicación o los sentimientos de pertenencia, son algunas de las consecuencias del engagement. Se habla de consumer engagement, customer
engagement, mobile advertising engagement, la gamificación como instrumento para el engagement, user engagement, el work engagement, shareholder engagement, engagement y comunidades virtuales, audience engagement… El engagement es analizado, medido y aplicado; atraviesa diferentes disciplinas y es objeto de numerosas tesis, investigaciones y artículos.
El engagement es probablemente una de las nuevas fronteras de desarrollo en la comunicación del siglo XXI. En este número hacemos un llamamiento a participar a la reflexión sobre el engagement desde diferentes entornos: comunicación empresarial, marketing y publicidad, comunicación periodística, comunicación política y social, cultural, artística y finalmente el entorno más fructífero de búsqueda, el teológico y espiritual. Para entender las inquietudes que nos mueven ponemos como ejemplo una película: Gran Torino (2008) de Clint Eastwood, un film enteramente atravesado por el engagement.
Partimos por su título que hace referencia al coche “Ford Torino” fabricado entre los años 1968 y 1976 por la empresa Ford Motor Company en la que el protagonista ha trabajado como obrero durante toda su vida. Walt Kowalski de origen polaco siente un gran orgullo por ese coche, es el orgullo de pertenencia a su empresa y también a un modo de vida; Walt siente que ha logrado tener su coche con esfuerzo y dedicación, manteniendo sus principios de lealtad a la empresa, trabajando durante años.
Su coche es el símbolo del sueño americano, del American Way of Life, vivido con auténtica adhesión y defensa de sus valores, valores que dejará de herencia al joven Thao. Continuamos con el papel del sacerdote, un hombre que mantiene impertérrito su promesa, a pesar de que le cierren la puerta en la cara numerosas veces.
La esposa de Kolawski, antes de fallecer, le había pedido al sacerdote un compromiso: lograr que su marido se confesara para expiar su sentimiento atormentado de culpa. Finalmente el compromiso también es el camino que elige Kowalski/Clint Eastwood en relación a sus vecinos, dicho en términos más radicales y en sentido literal: en relación a su prójimo. Compromiso con su “adopción” de Thao para convertirle en un hombre fuerte y honesto, compromiso con su propia vida enfrentándose a sus miedos, perdonándose y redimiendo su culpa a través de la búsqueda de una nueva forma de actuar en la vida, lejos de la violencia, obligada y no obligada, irracional, vivida por Kowalski en la guerra de Corea.
Más reciente es Silence (2016) de Martin Scorsese, película en la que el compromiso es la pureza y entrega absoluta de los mártires y lleva a la duda y a la confusión de los apóstatas. Al igual que ocurría en esa sociedad japonesa del siglo XVII imaginada por Shusaku Endo (1966), el compromiso es tan buscado como difícil de conseguir en nuestra sociedad del siglo XXI y por esto el engagement es una de las claves y frontera de la “Nueva Comunicación”. En nuestra sociedad, abierta a las relaciones, como diría Jacques Philippe en La liberté interieure (2004), como en un supermercado en el que todo está disponible, a nuestro alcance y proliferan los productos de usar y tirar, es difícil lograr un “Compromiso”.
Es precisamente por encontrar las claves que favorecen y estimulan el engagement, analizar las barreras que lo impiden, descubrir sus beneficios y consecuencias, que queremos dedicar este número 14 de nuestra revista Comunicación y Hombre a este tema.
Decíamos al principio de esta presentación, que en su etimología, el compromiso es una promesa compartida, un empeño en un cumplimiento, pero también es la fe la que nos hace permanecer en ese compromiso. Dicho de otro modo y en el eco de San Ignacio de Loyola, A. Spadaro (26, apr. 2013) en su blog cyberteología nos recuerda: “El hombre está siempre en construcción, incompleto; mejor aún: lleno de promesa.”