Una frase de John Henry Newman utiliza Natalia Sanmartín como presentación del libro: “Creen que añoran el pasado, pero en realidad su añoranza tiene que ver con el futuro”, la autora deja entrever una pretensión más allá de la que de la lectura de la sinopsis del libro podíamos intuir.
La historia se desencadena en un pueblo imaginario, San Ireneo de Arnois. La señorita Prim contesta a un anuncio en el que se busca a una bibliotecaria nada convencional para trabajar en la casa del Hombre del Sillón, un misterioso personaje, del que no conoceremos cual es su auténtico nombre. La señorita Prim, se encuentra en un momento personal en el que necesita replantearse su vida, el estrés de vivir en una gran ciudad, ajustarse a unos ritmos desproporcionados de trabajo, han hecho que en su persona se establezca la confusión, el caos… qué mejor que iniciar una nueva actividad en un pueblo situado entre montañas y donde parece que los valores que rigen aquel lugar pretender recuperar el sabor de la tradición y de las cosas que verdaderamente hacen feliz al hombre, por minúsculas e insignificantes que puedan parecer a simple vista.
Desde el principio, descubrimos a la señorita Prim como una mujer inteligente, ordenada y una amante de la Belleza, con una añoranza por experimentar un éxtasis vital que probablemente hasta el momento lo haya vivido en muy pocas ocasiones, tal vez en la lectura de algún poema, en la contemplación de un cuadro, de un amanecer… pero que con el paso de los años, cada vez ha ido acusando más su ausencia: al leer un libro no se encontraba con el autor, medía su métrica y lo clasificaba pero no llegaba a saborear sus páginas, a crear un ámbito de comunión con aquella obra, el paso de los años la habían hecho perder el brillo inicial que descubría en lo Bello. Ahora, en aquel pueblo, reconoce una nueva forma de interpretar la realidad: de disfrutar con un pastel y una tertulia; de recitar a Shakespeare; de un paseo entre la lluvia pisando las hojas de los árboles en el suelo… Pero al ir abriéndose a esta nueva manera de interpretar el mundo, dejaba al descubierto su realidad, su contingencia, su inseguridad. Sus títulos universitarios no la blindaban de lo que estaba pasando. Las charlas con sus vecinos, los diálogos con el Hombre del Sillón, la estaban removiendo algo en su interior que parece que no sólo era una añoranza hacia un tiempo mejor vivido en el pasado, no, era algo nuevo, algo desconocido, parecía más bien, algo que quizás siempre había estado dentro de ella y no sabía ponerle nombre, tal vez un sentimiento de ausencia, de sentirse incompleta, de ver como las ecuaciones que parecían que regían el mundo no eran suficiente para interpretar lo que le estaba pasando.
¿Aquello que experimentaba sería el amor?, ¿se había enamorado nuestra señorita Prim del Hombre del Sillón? Ella, contraria a los convencionalismos sociales ¿necesitaba ahora para completar su puzzle vital a un hombre?, esa ausencia, esa pieza que buscaba ¿se llenaría con un marido? Si la respuesta fuera afirmativa, el libro resultaría entrañable, pero no pasaría de ser una novela romántica más, hermosa, de fácil lectura, entretenida, conquistadora, capaz de enamorar al lector con sus personajes pero nada original. Y para novelas románticas, no tendríamos que comprar un nuevo libro, con buscar por las estanterías de la casa, o coger un libro electrónico, probablemente sin pagar un dinero adicional, accederíamos a bastantes buenos relatos que permitirían llenar nuestro espacio de ocio. Este libro va más allá, la señorita Prim y con ella el lector son invitados a desperezar su mente, su voluntad y todo su ser y mirar dentro de cada uno de nosotros para ver si también nos hemos encontrado en algún momento de nuestra vida o nos encontramos actualmente en una situación parecida a la de la señorita Prim. Y, si al experimentarlo, nos ha bastado con huir a San Ireneo de Arnois, si ha sido suficiente con cambiar de trabajo, con encontrar un amigo, un amor… o si todo sigue resultando insuficiente para sentirnos completos. O es más, si para poder disfrutar en plenitud del nuevo lugar, del nuevo trabajo, del nuevo amigo o del gran amor necesito de Alguien más que logre dar sentido a todo nuestro ser. Si para que nos podamos interpretar a cada uno de nosotros mismos, de sentirnos como un todo, necesitamos de Alguien que termine de construirnos, porque de lo contrario parece que nada nos llena, nos satisface, y que nuestras vidas carecen de sentido pleno.
La señorita Prim necesitó un lugar como San Ireneo, unos amigos como sus habitantes, un amor como el del Señor del Sillón, un guía como el monje anciano y un viaje a Norcia y a su interior para despertar a otra realidad más allá de la que somos capaces de ver aquí y ahora. La señorita Prim necesitó salir de su ciudad para descubrir lo que necesitaba, para comprenderse a si misma, al mundo y su lugar en el mismo. Con la lectura de este libro, tal vez consigamos hacer parte de este recorrido simplemente dejándonos hacer a través de la lectura de sus páginas. Pero para ello, necesitamos disponernos a su lectura, sin prejuicios, admitiendo la capacidad de dejarnos sorprender no por lo inmediato y material que nos rodea, sino por algo, alguien o más bien Alguien que no nos resulta tan evidente y, que sin embargo, sin Él no sabemos explicar nuestro sentido en la vida. Intentemos cambiar el prisma de nuestras lentes, como la señorita Prim hace, y veamos si como ella, terminamos sonriendo al cerrar las últimas páginas de libro, o al menos nos atrevamos a viajar al interior de nosotros mismos y escuchar la voz que resuena en nuestro ser y que nos empuja a salir hacia Norcia para empezar un nuevo camino.